jueves, 15 de noviembre de 2007

Receptáculos temporarios


¿Cuándo miramos, fragmentamos la mirada o todo se nos presenta ya fragmentado, en diminutas líneas que se tocan que que evaden sus límites? ¿Vivimos en un tiempo de murallas y bordes o la gente del mundo es imperceptible y ajena entre si? ¿Las ideologías existen o han desaparecido para dejar de entrar en la individualidad y el desconcierto? ¿ El mundo está abierto a los jóvenes o ellos recibieron el mundo como es hoy, autónomo y vertiginoso tobogán?

¿En la geometría podemos encontrar la forma del silencio absoluto? Es muy difícil crear en blancos y negros la cadencia conceptual de un hilo que intenta la superficie como terreno plano, como descanso, como el fin de una noche de luces, movimientos, transpiración, humo, de no reconocimiento del otro, una forma tibia, ambigua, que puede convertirse en el receptáculo de la agonía. Esa gente de la noche que hace invisible la posibilidad de comunicarse, o se comunica con los gestos primitivos del cuerpo que pide ayuda para ordenar la sensación de querer vivir. Y viven.

Cada línea de Andrés de Rose enjuaga la verdad de un presente inaudito, pero a la vez reformula la estructura básica del arte de todos los tiempos. Es joven, muy joven y se preguntará: ¿cómo es esto de ser artista y poder hacer del arte una carrera permanente? ¿Es una carrera? Es el deseo de transformación, es la palabra. Siempre con la cabeza hacia abajo y pidiendo permiso, De Rose armó ventanas precisas y elocuentes. Ese silencio tensa la verdad de lo que hoy es ser joven. La pintura nunca se fue pero sus contenidos van, como debe ser, con su época. Su soporte es la tela o la madera o la inevitable superficie de un objeto casual, disparador de nuevas concepciones.

Los artistas percibimos el material que nos llama y De Rose va a su encuentro. Ese encuentro que contiene la magia de tocar lo originario para convertirlo en presente. Podríamos hablar del infinito pero no es este el caso. La pintura de Andrés intenta el rescate de cierta epidermis universal.

Andrés Waissman



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